Sección Comentado - Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Acerca del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y las brechas de género en el ámbito científico


Flyer-Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y finaliza el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Esta iniciativa comprende “16 Días de Activismo contra la Violencia de Género” en el marco de la campaña internacional “ÚNETE de aquí al 2030 para poner fin a la violencia contra las mujeres” fomentada por Naciones Unidas. La campaña se propone sensibilizar sobre la violencia de género contra las mujeres a nivel nacional e internacional, establecer vínculos entre la sociedad civil, activistas, gobiernos y ONG’s, visibilizar el trabajo de organizaciones feministas y de la diversidad, y promover políticas públicas que garanticen la erradicación de dicha violencia. Es también una iniciativa que pretende colocar a la violencia de género como un acto que constituye una violación a los Derechos Humanos. Esto significa reconocer que este tipo de violencia no es accidental, sino que es el resultado de una discriminación estuctural en la cual el Estado debe garantizar un modo -judicial y moral- de abordarla, prevenirla y afrontarla. 

Cabe señalar que, desde que se desató la pandemia por el COVID-19, la violencia de género se ha intensificado, hecho que generalmente también se suma a situaciones de pobreza, falta de acceso al trabajo, educación, salud, justicia, entre otras cuestiones. Según un informe presentado por la ONU, basado en datos de 13 países desde la llegada del coronavirus, 2 de cada 3 mujeres sufrieron alguna forma de violencia o conocían a alguna mujer que la padecía. En este contexto, es evidente que han aumentado las consecuencias negativas que constituyen los principales obstáculos para garantizar el respeto de los Derechos Humanos de mujeres, niñas y personas LGBTIQ+. 

El ámbito científico-académico no está exento de violencias hacia las mujeres y las diversidades que, en la mayoría de los casos, resultan en agravios físicos, sexuales y/o psicológicos. Además, estas desigualdades sexo-genéricas arraigadas en valores culturales y estereotipos continúan redundando en la asignación de tares y roles que subvaloran al género femenino y las identidades LGTBIQ+. Es decir, si históricamente el sistema patriarcal adjudica condiciones de subordinación a las mujeres y disidencias, en el ámbito científico también se reproducen esas lógicas que sostienen una brecha respecto a la igualdad, promoción y participación de los distintos géneros.  

En el marco de la efeméride que se conmemora en este día, aprovechamos la oportunidad para esbozar un diagnóstico de la situación que, desde nuestra óptica como trabajadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), merece una reflexión crítica dedicada a señalar algunas de las violencia laborales y de género que nos atraviesan. 

Por un lado, cabe destacar las distintas consignas feministas y colectivos como el Ni Una Menos, la Marea Verde, los Paros Internacionales de Mujeres e innumerables formas de activismo y de visibilización de problemáticas de género, que han logrado permear tanto al interior del Estado como de las instituciones educativas. Esa incidencia se traduce en la implementación de políticas de género que se aplican al ámbito científico-académico. Tal es el caso de la Ley Micaela, las acciones del Observatorio de Violencia Laboral y de Género y el Protocolo de Actuación contra la Violencia Laboral y de Género de CONICET (Res. 1457/17), junto con Plan de Acciones de la UNC (Res.1011/2015 UNC). No obstante, sin menospreciar los avances que ha habido durante los últimos años en materia política, cultural y legal, y su pregnancia en las instituciones científicas, es necesario dar cuenta de los obstáculos aún presentes para alcanzar un orden sexo-género plural y democrático.

Las violencias laborales y de género son muchas y más grandes aún son las expectativas depositadas sobre las personas que recepcionan denuncias, reclamos o problemáticas al interior de las instituciones académicas y científicas. Por ello, las políticas no pueden tener un carácter meramente retórico: deben garantizar recursos, centralidad y  suficiente autonomía respecto de instancias decisorias superiores que puedan obstaculizar su desempeño. En esta línea, estas políticas instituidas encuentran un límite en cuanto a su potencial transformador. Si bien la legislación sienta las bases para un cambio cultural, éste es imposible sin un trabajo de reflexión y debate por parte del conjunto amplio de la sociedad. Es en ese sentido que la labor científica y la comunicación pública de la ciencia, así como el diálogo interdisciplinario y las redes científico-académicas con perspectiva de género desempeñan un rol fundamental.

Al mismo tiempo, al interior de la comunidad científica, también existe un desafío cultural importante. Se torna indispensable e imperioso un trabajo de reflexión sobre los mecanismos de dominación y las inequidades que están en la base de un ideal de ciencia que se presupone universal pero es profundamente androcéntrico. En este sentido, cabe señalar que históricamente el “sujeto neutral” productor de conocimiento ha sido el varón, blanco, heterosexual, adulto, con capital cultural y económico.Todavía existe en el sistema científico una escasa visibilización de las mujeres y diversidades como protagonistas de la producción del conocimiento. Dicha exclusión de las mujeres y diversidades es producto de sistemas y criterios de evaluación con sesgos de género, pero también es el resultado de las trayectorias de vida y la socialización diferencial. Esto afecta tanto a las condiciones laborales de las mujeres y disidencias que hacemos ciencia, como a la sociedad en su conjunto, ya que pone en juego múltiples formas de subordinación y exclusión.

Como mencionamos anteriormente, el contexto pandémico profundizó las violencias y desigualdades de género sobrecargando especialmente a las mujeres que ejercen tareas de cuidado (tanto de niñxs como de adultxs mayores), por ende impactando y condicionando su desempeño profesional. Sin embargo, “la neutralidad con la que se definen los procesos de evaluación y funcionamiento de la academia provoca una ilusión de objetividad” (Gonzalez Ramos, 2018: 20) que se traduce en carreras lineales y exitosas a las que solo pueden acceder los hombres, mientras que las mujeres, envueltas en roles de género o situaciones circunstanciales, desarrollan su carrera científica de manera interrumpida o directamente deciden no maternar para evitar una discontinuidad en su vida laboral.

Por otra parte, cabe destacar que desde la militancia y activismos feministas al interior de CONICET y en diferentes instancias gremiales, se han demandado transformaciones institucionales que contemplen las diferentes realidades de quienes tienen personas a cargo. No obstante, lejos de presentarse como una problemática colectiva que atraviesa a toda la comunidad científica del organismo, la cuestión se enmarca como un problema o situación individual sin contemplar ni reconocer la existencia de desigualdades de género. En la mayoría de los casos, son las mujeres quienes terminan realizando esfuerzos heroicos para conciliar la vida familiar y profesional, sin ningún tipo de respaldo institucional por parte de organismos públicos de la ciencia. 

Ante esto, para respaldar nuestros argumentos, presentamos algunos datos que clarifican la existencia de estas dimensiones culturales de las desigualdades vinculadas al género y las diversidades. 

 

cifras.conicet.gov.ar/

Fuente: elaboración propia, a partir de datos disponibles en https://cifras.conicet.gov.ar/

La segregación vertical es absolutamente palpable en la exposición de los datos que reportamos. Nos permite observar cómo las categorías superiores que corresponden a la Carrera de Investigador en CONICET están integradas mayormente por hombres. Mientras que en los escalafones de becas doctorales, posdoctorales e investigadores asistentes, el piso que corresponde a los recientes ingresos y a personas que se encuentran en instancia de formación, corresponde a mayoría mujeres. Además, a partir de los datos proporcionados por CONICET, es posible observar la segregación disciplinar y sus efectos en la distribución de mujeres y hombres. Existe mayor presencia de investigadores hombres que de mujeres en las Ciencias Exactas, Naturales y Tecnológicas. Y, por el contrario, las mujeres tienen mayor presencia en las Ciencias Sociales y en las Ciencias de la Salud. Finalmente, cabe señalar que respecto a las identidades LGBTIQ+ directamente no existen datos concretos ni referencias que el propio organismo pueda proporcionar para conocer y relevar su situación particular.  

En este marco, es evidente que para transformar las instituciones científicas y contribuir a una ciencia menos sesgada y más inclusiva se necesita visibilizar desde una perspectiva interseccional a las mujeres y personas LGTBIQ+ como sujetxs que hacen ciencia con la misma autoridad epistémica que los hombres y también como beneficiarixs del progreso de esos conocimientos científicos. 

Nota realizada por las becarias doctorales Mariana Gutiérrez y Emilia Villagra