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El creador de la mítica serie Nippur de Lagash falleció el pasado 17 de octubre.
Robin Wood, un obrero de la aventura
Robin Wood, guionista de historietas autodidacta nacido en el Paraguay logró con narraciones de calidad acercar a la gente común a nuevos mundos cuyas llaves de acceso son la literatura, la Historia, la reflexión sobre el sentido de la justicia y de la vida misma. Producir semejante fenómeno siendo un obrero de la industria del entretenimiento no es fácil de imaginar en los tiempos que corren. Por eso, el valor democratizador de la cultura que impregna a la vasta obra de Robin Wood es inconmensurable.
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Hace once años, en una entrevista de nuestra autoría, el humorista gráfico y exeditor de la mítica revista humorística Hortensia, Roberto Di Palma, echó luz sobre una cuestión que es de nuestro interés recuperar en tiempos de una cultura masiva fragmentada y empobrecida por la lógica de la velocidad y de lo efímero. Di Palma, fallecido cinco años atrás, dijo en aquella oportunidad que la historieta de aventuras fue importante en la formación intelectual de millones de argentinos. En el medio siglo transcurrido entre los años 40 y 80 del siglo XX circularon en el país numerosas series ficcionales que, si bien no fueron producidas con fines estrictamente pedagógicos sino de entretenimiento, se transformaron en fuente de saber general. Entre las publicaciones, de tirada masiva y amplio consumo entre sectores sociales medios y populares, contamos el Anteojito, Billiken, Selecciones Escolares, Pimpinela Patoruzito, El Tony, entre otras. Se trata de un momento histórico y cultural en que, para un amplio sector de la sociedad, el acceso originario a la literatura y a obras dramáticas tenía lugar a través del consumo de un formato massmediático como la historieta. “Era otro tiempo de cultura”, decía Di Palma al recordar aquella época pretelevisiva de su infancia, los años cincuenta, tiempos en los que el capital cultural interiorizado por una persona se manifestaba en la lectura. Y la lectura de historietas, como así también la de literatura romántica y de aventuras, tenían un arraigo transclasista. Más allá de su condición de bienes estandarizados y ceñidos al sistema de géneros narrativos de la cultura de masas de la época, muchos cómics de aventuras aportaban riquísima información histórica y geográfica. Ese significativo valor cultural y pedagógico fue destacado por Di Palma, y enumeraba personajes gauchescos como Fabián Leyes y El Huinca, además de la serie bélica Ernie Pike, creada por los céleb
res Héctor Oesterheld y Hugo Pratt, y el western Sargento Kirk, de la misma dupla autoral. Pero, en su conversación, el ilustrador cordobés que supo ser mano derecha de Alberto Cognigni en Hortensia, se detuvo especialmente en una saga de aventuras que, iniciada en 1967 en la revista D’artagnan, de Editorial Columba, pasaría a convertirse en la historieta más leída de la historia de nuestro país: Nippur de Lagash, creada por Robin Wood y Lucho Olivera. Las aventuras de su protagonista, Nippur, arrancan en la antigua Sumeria y se extienden por todo el Creciente Fértil y otras zonas del Mediterráneo oriental, un par de milenios antes de Cristo, en tiempos del imperio hitita.
El valor cultural y pedagógico de Nippur va más allá del conjunto de informaciones históricas, de geografía histórica y las amplias referencias literarias basadas en la reinterpretación de mitologías antiguas (griega, egipcia, mesopotámica). Su protagonista narra las historias en primera persona, y ese tipo de enunciación genera en el lector una sensación muy parecida a estar sentado alrededor de un fogón escuchando cómo un viajero nos comparte una experiencia. Además de guerrero, Nippur de Lagash es un sabio, y luego de cada peripecia vivida -y transmitida-, su riqueza espiritual parece acrecentarse. La reflexión sobre lo vivido es la fuente tal vez de su sabiduría. Y en la base de ese desarrollo aventurero está la habilidad de Robin Wood para lograr una ambientación histórica atrapante y que incentiva al lector a seguir sentándose en ese fogón esperando una nueva aventura, cuestión que Di Palma analizaba así:
Algunos dibujantes o guionistas, los creadores, elegían determinados hechos que son como mojones de hechos de la humanidad, históricos, y al hacer desarrollar a esos personajes en el ámbito de una historia, por ahí hay cosas que no coinciden respecto de la Historia, porque hay trescientos o cuatrocientos años de saltos, pero es lo mismo, es historieta. Por algo es el término ese, pero te hace entrar, digamos, a que vos tengás curiosidad por ese hecho (…) el fin objetivo de la historieta era ese, que vos te interesaras por algo, para después profundizar en el tema, por eso son tan importantes esos hechos.
Como señala Oscar Steimberg (en Berone y Reggiani, 2009), ¡lo que tiene de bueno la historieta es que es imposible! Al ser la puesta en fase de dos lenguajes que, en realidad, son intraducibles, no importa tanto si el resultado final se corresponde exactamente con referentes o hechos reales, porque justamente es una obra artística.
El mecanismo de la aventura se impone. Y sin embargo, buena parte de la cultura general que varias generaciones de argentinos adquirían leyendo historietas les ayudaba en la escuela y fuera de la escuela también. Roberto Di Palma, a medio camino entre el humor y la nostalgia, nos decía:
¿Qué tipo, más o menos de la edad mía, o un poco menor, de diez a quince años menores, no te ha leído Nippur? No hay. Nosotros con mi hermano, como cargada para un tipo que le faltaba calle, decíamos: “Nunca un D’artagnan” [risas], así como que le faltaba, le faltaba eso al guaso, le faltaba algo, y es la historieta. Al tipo le faltaba un D’artagnan, viste, no había pasado por eso, entonces le faltaba foguearse. Eso es.
Robin Wood, guionista autodidacta que hace pocos días falleció en su país natal, Paraguay, logró con narraciones de calidad algo que la estructura desigual de esta sociedad obstaculiza y vuelve impensable: acercar a la gente común a nuevos mundos cuyas llaves de acceso son la literatura, la Historia, la reflexión sobre el sentido de la justicia y de la vida misma. Foguearnos para que no nos falte un D’artagnan. Producir semejante fenómeno siendo un obrero de la industria del entretenimiento no es fácil de imaginar en los tiempos que corren. Por eso, el valor democratizador de la cultura que impregna a la vasta obra de Robin Wood es inconmensurable. Ese mérito del creador de Nippur de Lagash es el que rescatamos de las ideas y testimonios que el maestro Roberto Di Palma nos aportó en aquella entrevista.
Referencias bibliográficas
Berone, Lucas y Federico Reggiani (2009): “‘Lo que tiene de bueno la historieta es que es imposible’: entrevista a Oscar Steimberg”, en revista Árbol de Jítara, n° 3. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba. pp. 56-61.
Acceso:
https://historietasargentinas.files.wordpress.com/2010/05/entrevistaaoscarsteimberg_versionfinal.pdf
Gago, Sebastian (2010): Entrevista inédita a Roberto Di Palma. Documento interno de
trabajo.